Eva no aguanta el hecho de que su madre quiera reformar la casa y deshacerse del gato, que, desorientado desde el divorcio de sus padres, se orina en todas partes. Quiere marcharse y vivir con su padre, que está viviendo una segunda adolescencia. Eva lo sigue mientras intenta reconectar con su deseo de convertirse en artista y de volver a encontrar el amor. Pero, como alguien que cruza un océano de adultos sin saber nadar, Eva también descubrirá la rabia que la carcome, y que sin saberlo, ha heredado de él.